Lita Pérez Cáceres

liperka@yahoo.es

La bella y la seria

El lunes vimos a Bibi Landó en su programa El médico en casa, creo que así se llama. No podía subir el sonido pero me dediqué a mirarla con mucha atención. Estaba vestida de negro, muy bien peinada y maquillada, usó sus anteojos para leer un segundo, no más. La iluminaban con atención y, francamente era la misma Bibi, sexy y simpática de siempre. Hablaba con energía, se notaba que estaba feliz, hasta el rubor de sus mejillas destacaba pero de manera muy natural.

Más tarde, apareció Bibi leyendo el noticiero, con Oscar Escobar. Vestía un saco beis (se escribe así según el diccionario de la Real Academia), la pared de fondo era del mismo tono. El pelo rubio parecía opaco y el tono de los labios no se destacaba para nada. Todo era monocromático. El peinado, que minutos antes aparecía fresco y muy moderno, en el noticiero se había convertido en una escoba caída a ambos lados de la cara. Un cambio para peor.

¿Qué pasa?

Sigo preguntándome qué pasa con los directores de los noticieros que se empeñan en opacar la imagen de sus conductoras femeninas, en tanto los varones aparecen con todos sus penachos, con corbatas de colores vistosos y sus pilinchos bien ordenados. ¿Nunca vieron el noticiero del canal América? Allí hay una morocha muy sensual, bien peinada, escotada lo justo y necesario y muy natural para comentar y para reírse. Es la preferida de los televidentes. Me gustaría saber por qué Tania Domanisky aparece con escotes abismales, polleras ajustadas y usa, en general, una ropa muy femenina que le sienta de maravillas. En cambio, a las presentadoras de Multicanal les ponen unos sacos masculinos que las dejan como celadoras de cárcel.

Es probable que quienes los dirigen (a los noticieros) estén convencidos de que el hábito hace al monje y que la belleza femenina mostrada en todo su esplendor podría distraer al televidente. Por suerte Menchi ya tiró por la ventana el rodete, veremos que pasa con las otras.

Ejecutivo estresado

Indudablemente el stress es el mal del siglo y ocupa los primeros lugares entre los afligen a los ejecutivos, seres humanos tan especiales, preocupados por la subida del dólar, del petróleo y de Olimpia. Uno de ellos, director de una facultad en una universidad muy importante, productor de televisión y hombre de radio, ha sufrido los embates del estrés. La semana pasada ingresó a un shopping muy conocido, hizo sus compras, salió muy apurado – los ejecutivos siempre están muy apurados- y se dirigió hasta donde había estacionado su automóvil. No lo encontró y pegó un alarido que hizo que un guardia se acercara a él a preguntarle si había visto algún vampiro o qué. El ejecutivo le lanzó improperios, dicterios y puteadas porque le habían robado el auto. Luego, muy dignamente, se dirigió, caminando, a realizar la denuncia pertinente. De pronto se puso a dar saltitos de alegría ¿el motivo? Vio a su precioso coche estacionado en otra calle, donde él mismo lo había dejado. Fue al médico y le diagnóstico stress. Como medicina le dijo que medite, que medite mucho y ahora anda con una túnica color azafrán diciendo Ommmm todo el día. Sus iniciales: NP