Lita Pérez Cáceres

liperka@yahoo.es

Que te jingle la bell

Vaya este espacio como una tarjeta de Navidad para todos mis colegas que han laburado muchísimo este año, tanto los periodistas como los escritores, que trabajar con las ideas y las palabras requiere esfuerzo, información previa y cierta cultura ( no pido tanto). A todos ellos les deseo un 2010 mejor, lleno de proyectos a realizar y con posibilidades de que se concreten, también les deseo esa cuota de felicidad que nos hace calibrar mejor los momentos de amargura; deseo también que sigan teniendo grandes dosis de imaginación, de creatividad y que no les agote la capacidad de asombro. En definitiva ¡¡¡FELIZ AÑO 2010!!!

Telenovela pava

Tal como mi naturaleza de escorpiana me lo exige, no puedo terminar esta sección sin clavar el aguijón a algún programa, en este caso televisivo. ¡Pero que novela tan pava es la que pasan por el 9 en el horario estelar! Hasta el momento todo no pasa de intrigas amorosas y malos entendidos de los enamorados centrales, motivados por la envidia y la inquina de los malos de siempre. No hay motivos para verla y, si los guionistas esperaron tanto para ubicar el conflicto, que se embromen, el público televidente les ha dado la espalda. Realmente, me gustaría conocer al jefe de programación de ese canal o a quien elige las telenovelas...para obligarlo a ver mil veces los bodrios que selecciona. Nos trata de cretinos y no lo merecemos, con razón tanta gente prefiere el cable.

And the winner is.... ¡ARANDU RAPE!

Y hablando de cable, el canal educativo Arandu Rape tiene un programa muy atractivo, que pasan varias veces al día, se trata de Pueblos originarios. En diferentes emisiones van mostrando cómo viven hoy los pueblos indígenas que permanecen en el lugar donde han nacido y que perteneció a sus ancestros, muestra también cómo estos descendientes luchan por lograr un título definitivo de la propiedad de esas tierras. Así nos enteramos que muchas etnias que poblaban el territorio paraguayo han emigrado a los ingenios azucareros y a otros sitios donde había trabajo y desde allí sus líderes cuentan los problemas que produce el desarraigo, ese exilio que nadie nombra. Cuando un paraguayo abandona su tierra obligado por motivos políticos o económicos, siente que se le desgarra el alma y, cuando lo hace un indígena, cuya tribu ha vivido por siglos en el mismo sitio, el tajo en el corazón es mucho mayor, sobre todo si han sido expulsados injustamente.