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Publicado por luis bareiro............periodista
| Domingo 12 Junio 2011 | 11:06Hs. Va con onda
Hace diez años, me levantaba a las cuatro de la madrugada para hacer un noticiero matutino en televisión que iba desde las cinco hasta las ocho de la mañana, de ahí pasaba a la radio donde conducía un programa hasta el mediodía. Cerraba la audición y partía raudamente al diario en el que escribía en páginas de economía. A la tarde, regresaba al canal para conducir el noticiero central; y dos veces a la semana me quedaba hasta las diez de la noche para presentar un programa de investigación.
Así me compré mi primer auto, un sedán usado que me vendió mi amigo y colega Roberto Sosa.
Un sábado, hacia las tres de la tarde, estaba en la cantina del diario, agotado luego de una intensa semana y de cerrar tres páginas para el domingo, cuando se acercó a la mesa un colega que acababa de llegar y todavía se estaba sacando lagañas de los ojos.
"Vi que te compraste un auto", me dijo. "Sí, respondí, me cansé de ser peatón". Me miró, se sentó, tomó un sorbo de su Coca con una pajita y después de aspirar profundo como si hubiera hecho un gran esfuerzo me dijo con un dejo de ironía: "mirá que hay gente que tiene suerte, che".
Fue una patada en el hígado. El tipo acababa de llegar, apenas repuesto de una noche que evidentemente había sido larga y movida, no había escrito una sola línea y estaba sentado ahí, sorbiendo su Coca y juzgando el producto de mi esfuerzo como la consecuencia del azar.
Unas semanas después hubo un encuentro de periodistas y orgulloso acudí con mi nueva adquisición.
Llevaba como quince minutos intentando estacionar en un espacio en el que cabían tres autos (sigo igual de torpe) cuando aparcó a mi lado una poderosa camioneta de la que bajó un cronista de radio.
"A la flauta, le dije, se murió el tío rico". El hombre esbozó una mueca que pretendió ser una sonrisa y me respondió casi entre dientes que "hay que tener suerte no más".
Otra patada en el hígado.
Después supe que se había construido una casa en la que la camioneta no desentonaba. También supe de sus vínculos políticos, y de la notable generosidad que despertaba en los departamentos comerciales del Estado.
Fue un alivio saber que lo suyo no era ventura, apenas dinero público
Fue un alivio saber que lo suyo no era ventura, apenas dinero público.
Como sea, a lo largo del tiempo volví a escuchar ese estúpido argumento para justificar lo inexplicable, o para restar mérito al esfuerzo.
Y permítanme la obviedad: en economía, salvo notables excepciones, el azar no explica el éxito.
Ciertamente, la buena fortuna existe. Lo inesperado ocurre. Los imponderables están. Pero no se construye sobre ellos.
En economía, la riqueza, poca o mucha, es producto del trabajo. No aparece por generación espontánea ni cae como el maná del cielo.
No se crea riqueza orando (salvo por el Vaticano y las demás franquicias religiosas).
Alguien trabajó para crearla. Puede que en la distribución no haya justicia, y le toque más a quien produjo menos, y viceversa.
Puede que exista quien se la apropie indebidamente, como el que hunde las manos en el erario público, pero siempre se sabrá que es riqueza ajena.
Lo cierto es que en algún momento la riqueza se genera merced al trabajo.
Repito, es una obviedad, pero es de esas obviedades que necesitamos repetir cada tanto para evitar descalabros, como los que presenciamos en las últimas semanas.
Tres escándalos financieros que tienen dos elementos en común: la ambición desmedida y la idea absurda de que se puede generar riqueza de la nada.
Tanto los administradores de la Caja de Jubilaciones de Itaipú, que repartieron cien millones de dólares a financistas que prometieron ganancias fabulosas en tiempo récord, como los protagonistas del supuesto fraude del ganadero que ofrecía retornos de hasta el once por ciento diario en operaciones de compra y venta de ganado, como los propietarios de la casa de cambios que se fugaron con el dinero de sus clientes, todos se dejaron atrapar por los cantos de sirena del mercado.
Se creyeron con suerte.
Y la suerte no existe.
Solo el trabajo.
Y el conocimiento.
Tiene razon luis bareiro .............o ud que opina..........