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El nuevo drama de la gripe porcina obliga a recordar la epidemia mundial de hace noventa años, que afectó también al Paraguay
Los primeros casos fueron detectados en un campo de reservistas del ejército norteamericano en el estado de Kansas. En los últimos meses de la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos de América envió aproximadamente un millón de soldados al frente europeo. A través de dicho contingente se propagó el virus de una enfermedad que en pocos meses provocó la muerte de más de cincuenta millones de personas, cifra varias veces superior a los ocho millones y medio de bajas en los cuatro años de conflicto bélico. Los primeros casos en Europa se detectaron en el puerto de Brest, el 22 de agosto de 1918.
A pesar de que las comunicaciones eran mucho más lentas que hoy en día, la enfermedad se propagó por todo el mundo en cuestión de semanas. Tres meses después de los casos en Brest, se constató la presencia del virus en Asunción.
Las primeras medidas
El Departamento Nacional de Higiene y Asistencia Pública, en su boletín del 5 de noviembre, informó que dispuso que los Guardas Sanitarios verificasen el estado de salud de los pasajeros que llegaban a través de los barcos que cubrían el trayecto entre Buenos Aires y Asunción. Así mismo informaba que en el barrio Cachinga se estaba concluyendo la edificación de un Pabellón de Aislamiento, construido por la Asociación de Damas Santa Isabel.
Al día siguiente aumentaron los controles, pues ya habían aparecido unos casos en la ciudad argentina de Posadas.
Pero, a pesar de las precauciones, la gripe brotó entre el personal de Correos y Telégrafos, siendo el primer foco detectado en la ciudad; de allí se extendería en cuestión de días. (El Diario 18-XI-1918) Algunos sectores de la prensa denunciaron que las medidas adoptadas por el Gobierno fueron insuficientes y, por sobre todo, tardías para evitar la propagación de la enfermedad.
Ante el brote de la influenza española, las autoridades suspendieron la realización de espectáculos públicos. El 22 de noviembre el provisor eclesiástico, Hermenegildo Roa, dispensó a la feligresía de asistir a misa, ordenó el cierre de las iglesias y la no celebración de la Festividad de Caacupé. Así mismo, dispuso que bautismos y matrimonios se celebraran en privado, con la presencia mínima posible de personas. Dichas medidas fueron adoptadas hasta nuevo aviso.
Tan rápidamente se propagó la epidemia, que varias oficinas públicas no abrieron sus puertas por encontrarse todo su plantel enfermo. Así mismo, el servicio de tranvías de la ciudad se resintió, pues los motormen estaban todos "griposos", como se decía entonces.
Tras la recuperación de algunos médicos que se encontraban enfermos, el 4 de diciembre se realizó una reunión de coordinación bajo la dirección del Dr. Andrés Barbero. El objetivo fue la organización de zonas para la atención de la población. Además se dispuso de locales públicos, como comisarías y escuelas, para ser utilizados como centros sanitarios. Se instó a la población a colocar pañuelos blancos en la puerta de sus casas, como señal de que había enfermos de gripe.
"La Municipalidad de Asunción dispuso la importación de medicamentos en forma urgente, para su distribución entre la población necesitada."
La ayuda a los sectores más pobres
La preocupación principal se centró en la población de los alrededores de Asunción que vivía en situaciones de extrema carestía, tanto en servicios sanitarios como en aspectos alimenticios y de vestimenta. Dicha situación se había agravado desde el año 1917, en que, debido a una mala cosecha por condiciones climáticas, se habían trasladado una gran cantidad de personas que vivían de la mendicidad a la ciudad. (El Diario, 8-XI-1918)
La Municipalidad de Asunción dispuso la importación de medicamentos en forma urgente, para su distribución entre la población necesitada.
Los franciscanos, presididos por el director general de Tierra Santa, fray Antonio Vázquez, distribuyeron fondos a las familias que se encontraban afectadas por el mal. Así mismo canalizaron la colaboración de dos mil pesos enviados por la Sociedad de Beneficencia Argentina. Por su parte, los Padres Franciscanos se dedicaron a asistir personalmente a los enfermos.
Una de las instituciones más activas fue la Cruz Blanca, organizada por miembros de la Masonería Paraguaya, para ayudar a heridos y desamparados durante la Guerra Civil de 1912. En esta circunstancia se dedicó a recaudar fondos, alimentos y vestimentas para los sectores más necesitados, así como a apoyar en la compra de medicamentos. Además, los voluntarios de la Cruz Blanca recorrían las casas para dar los primeros auxilios.
El templo masónico de la calle Palma fue un centro de distribución de alimentos, medicamentos y de ropas para la población pobre de la ciudad.
El responsable de las tareas de la Cruz Blanca fue don Antonio Planás.
El saldo fatal
El 5 de diciembre se denunciaba que en el cementerio del Mangrullo (hoy parque Carlos A. López) había varios cadáveres insepultos, pues el sepulturero se negaba a inhumarlos, pues no se habían reunido todos los requisitos. El Municipio asunceno exoneró de los impuestos a las familias necesitadas; así mismo, proveyó de cajones para los fallecidos de escasos recursos.
El 20 de diciembre el doctor Andrés Barbero elevó su informe final sobre el uso de los fondos y la situación sanitaria en la que se encontraba el país. El saldo fatal fue de trescientos ochenta y seis muertos, cifra a la que debían sumarse algunas muertes no registradas en varios puntos del interior; y, por sobre todo, no se pudo precisar la cantidad de muertes provocadas entre la población indígena del Chaco. Al respecto, el jefe de la Misión al Chaco, Dr. Guillermo de los Ríos, escribió que "la epidemia no se ha presentado con caracteres alarmantes en el litoral norte, habiendo causado, sin embargo, numerosas defunciones, sobre todo entre los indios, que en cuando se enfermaban se internaban, siendo imposible socorrerlos. [...] Debo también dejar constancia de que las grandes compañías que poseen obrajes y frigoríficos se preocupan poco de la peonada, la cual, en el presente casi, ha sufrido bastante a causa del descuido de sus patrones. Raras son las que poseen un botiquín regularmente provisto, y los que ejercen de médico o farmacéutico no reúnen la capacidad suficiente para atender a los enfermos". (El Diario, 25-I-1919)
En menos de un mes el país fue azotado por la epidemia de influenza, demostrándose que, salvo el Hospital Nacional San Vicente de Paul (hoy Hospital de Clínicas), el país no contaba con una adecuada infraestructura sanitaria.
"Tan rápidamente se propagó la epidemia, que varias oficinas públicas no abrieron sus puertas por encontrarse todo su plantel enfermo."
Fuente: Ultima Hora Digital